El marqués de Sade
El marqués de Sade
Logroño, febrero 2006
Primera edición
ISBN 978-84-96044-65-4
256 págs., 12x17 cms.
Encuadernación: rústica con solapas
Venta y distribución exclusiva en pepitas.net
PVP: 12,00€
Precio web: 11,40€

El marqués de Sade

& Zoloé y sus dos acólitas o Unas semanas en la vida de tres bellas mujeres

 

El marqués de Sade, por Guillaume Apollinaire.
Traducción de Enrique Alda y Federico Corriente.
Prólogo de Julio Monteverde
«El marqués de Sade es el espíritu más libre que haya existido hasta la fecha». Con estas sencillas —pero contundentes— palabras define Guillaume Apollinaire al divino marqués en este sucinto estudio bio-bibliográfico que sirvió en 1909 de introducción a la edición, por parte de la Comedia Francesa, de algunas obras de Sade. Sin la pretensión de ser meticuloso en exceso ni con la vida, ni con la obra del marqués —los estudios más rigurosos llegaron a posteriori— el texto que aquí presentamos goza de todo el encanto y todo el mérito de ser «la obra» que redimensionó a Sade y su inconmensurable «creación», desplazada entonces, por todo el abanico de los guardianes de la moral pública, al insondable ostracismo de la locura, y más recientemente a la pringosa «suciedad» de la pornografía.

Zoloé y sus dos acólitas o Unas semanas en la vida de tres bellas mujeres, [atribuido al] Marqués de Sade.
Traducción de Javier Rodríguez. Prólogo de Juan Carlos Otaño.
Se dan cita en este libelo, de corte libertino, los ambientes de las semanas previas a la unión entre Napoleón y Josefina, se bosquejan los comportamientos privados de la Corte, sus entretenimientos e intrigas, y se perfila el escenario del marital reencuentro entre la Iglesia y el Estado moderno, en pleno auge de la agitación popular anti-bonapartista. Dado a la imprenta en 1800 de manera anónima, pero atribuido desde muy temprano al divino marqués, ésta es la primera vez que se traduce y publica en castellano.

[...]–Ésta es, responde Zoloé mostrando un delgado volumen, ésta es la serpiente que me ha emponzoñado. ¡Maldito sea el vil delator que ha osado revelar a ojos de un vulgar profano los secretos misterios de nuestra alianza!

[...]–¿Será posible, Zoloé? ¡Cómo! ¡Esta creación efímera de un autor desharrapado es lo que ha alterado la tranquila circulación de tu sangre! La verdad, me darías pena si no me entraran ganas de reír. ¡Ja! No hagamos caso de las habladurías bobas de los virtuosos, los sarcasmos de los devotos, las sátiras de los envidiosos y las pequeñas traiciones de las mariposillas; volemos de un placer a otro, sin detenernos jamás. [...]

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