Diario de un perro
Traducción del alemán de Luis Andrés Bredlow
Logroño, mayo 2012
Segunda edición
ISBN 978-84-935704-4-6
144 págs., 12x17 cms.
Encuadernación: rústica con solapas
PVP: 11,00€
Precio web: 10,50€

Diario de un perro

Prólogo de Julio Monteverde
Ilustraciones de Reinhold Hoberg

«El más insolente y atrevido, el más ingenioso y el más revolucionario profeta de su tierra».—Tucholsky

«Panizza es la figura más odiosa, la más disonante de toda nuestra literatura actual. Nadie ha atacado con tanta brutalidad como él, en los tiempos del Reich alemán, a la Iglesia Católica y al Papa, a los alemanes y a su emperador».—Prescher

El Diario de un perro es una crítica fabulada del hombre y su decadente civilización; una visión cariñosa, cáustica y naíf, a no más de dos palmos del suelo, del teatrillo humano. Ignorado durante mucho tiempo, de nuevo el silencio entorno a Panizza toca a su fin: «Ya va siendo hora de que veamos también a Oskar Panizza entre los componentes de esa nave batida por un alto oleaje, y en la que los más sombríos no son los menos resplandecientes». (Andre Breton) La presente edición, en la que se reproducen los dibujos que el pintor, grabador y xilógrafo Reinhold Hoberg (Berlín, 1859 – Zingst (Pomerania), 1932) hizo para la edición original, ha sido traducida, por primera vez del alemán, por Luis Andrés Bredlow y lleva una presentación a cargo de Julio Monteverde.

[…] Parece que los hombres a menudo se sustraen unos a otros los órganos más valiosos para unirse a ellos. Así he visto hoy, con no poco asombro, cómo un enseñapiernas en medio de la calle le metió a otro la mano en el bolsillo del pantalón y sacó algo con lo que acto seguido salió corriendo. El afectado, tras llevar rápidamente la mano al punto en cuestión, se percató de lo sucedido y se puso a dar unos gritos terribles. Todo el mundo acudía corriendo, averiguaba, gesticulaba, torcía todos los miembros imaginables; dadas las notorias dificultades de comunicación de esa especie, pasó algún tiempo hasta que supieran qué pasaba. Entonces todos echaron a correr de repente en una misma dirección. El pobre hombre al que le habían metido la mano en el bolsillo del pantalón se quedó parado ahí, pálido y temblando. Por lo visto había perdido uno de los órganos más valiosos, sin el cual le era imposible seguir viviendo, acaso el corazón o el alma. […]

Quizás también te interesen...