Tan estimulante como contagioso, este texto escrito en 1985 sigue conservando intacta la fuerza para impulsar nuestras vidas hacia una búsqueda de la plenitud y hacer frente a la mutilación que nos impone la economía. A estas alturas del siglo XXI, la obra de Bob Black sigue siendo una herejía para muchos. Para nosotros La abolición del trabajo es además de un armonioso canto a la vida un monumental corte de mangas al orden mental establecido.
Dar de nuevo esta obra a la imprenta, en este momento en el que muchos de nosotros nos estamos quedando sin ese trabajo que nos sirve para ganarnos la vida perdiéndola, no es una provocación sino una invitación a no esperar a que no se sabe qué fantasma financiero nos salve de la catástrofe más absoluta.
La edición de este libro –que sería de obligada lectura en un curso de Educación General Básica (Revolucionaria)– que ofrecemos ahora cuenta con una nueva traducción de Federico Corriente y con un epílogo de Julius Van Daal quien, con la agudeza de una daga, clava su proclama sobre la abolición del trabajo en el aquí y ahora de la discusión sobre el empleo y el desempleo. Van Daal ya es conocido entre los lectores de Pepitas, pues hemos publicado su Bello como una prisión en llamas y La cólera de Ludd.
[…] Nadie debería trabajar jamás. El trabajo es la fuente de casi toda la miseria existente en el mundo. Casi todos los males que se pueden nombrar proceden del trabajo o de vivir en un mundo diseñado en función del trabajo. Para dejar de sufrir, hemos de dejar de trabajar. Eso no significa que tengamos que dejar de hacer cosas. Significa que hay que crear una nueva forma de vida basada en el juego: en otras palabras, una revolución lúdica. Por «juego» también se debe sobreentender fiesta, creatividad, convivialidad, comensalía y puede que hasta arte. El juego va más allá de los juegos infantiles, por dignos que sean. Hago un llamamiento a favor de una aventura colectiva basada en el júbilo generalizado y la exuberancia libre y recíproca. […]