"La lucidez y la perspicacia, la bondad de alma, la integridad, el dominio de la expresión literaria, el testimonio permanente tanto de la nobleza como de la pura y dura vulgaridad del corazón humano, su carácter trágico y cómico: todo esto está presente en diversa medida en los clásicos de Rexroth”.—Bradford Morrow
«Definir la extrañeza con naturalidad constituye la peculiar provincia del arte, y Kenneth Rexroth define y defiende nuestro planeta en nuestro nombre en calidad de maestro de este gran arte».—Dudley Fitts, The New York Times Book Review
«Es ingenioso y erudito, y escribe en una prosa límpida y austera, rica en información y opinión, pero sin resultar aburrido ni por un instante».—Gilbert Sorrentino,Book Week
«Kenneth Rexroth fue un ejemplar único de una raza de gigantes en extinción, un león de la literatura».—Andrei Codrescu
Los breves y brillantes ensayos que dan cuerpo a Cita con los clásicos –unos textos que aparecieron originalmente en Saturday Review- abordan sesenta libros que, para Rexroth, constituyen «los documentos básicos de la historia de la imaginación»: Del Poema de Gilgamesh al Huckleberry Finn de Mark Twain.
Distinguido por el estilo directo y vivaz de Rexroth, Cita con los clásicos presenta ideas elaboradas con un lenguaje sencillo, tonificadas por la impresión de que el autor habla cara a cara con el lector. Versátil y buen conocedor de varios idiomas, Rexroth no se deja constreñir ni por Oriente ni por Occidente; pasa con presteza de Homero al Mahabarata y de Murasaki a Stendhal. Solo cuando nos detenemos para tomar aire, reparamos en sus afinidades especiales: Casanova, Izaak Walton, Macbeth, las sagas islandesas, la poesía clásica japonesa. Lo ha leído todo.
En Laurence Sterne ve toques de Buda; en Henry Fielding, asomos de Confucio. «Puede que la vida no dé pie a demasiado optimismo», sostiene Rexroth en su introducción, «pero desde luego es cómica y las grandes obras de la literatura universal nos presentan al hombre cubriéndose el rostro con dos máscaras convencionales que decoran el proscenio de los teatros: una que ríe y otra que llora. ¿De quién es el rostro que oculta la doble máscara? Es un simple rostro humano, tuyo o mío. Ahí reside la ironía suprema que distingue a la gran literatura: resulta todo de lo más banal».
“En la acepción habitual de la palabra, un clásico es una obra literaria cuyos méritos estéticos, visión moral o relevancia para la condición humana han sido universalmente reconocidos”.