Basura no es un trabajo de ecología humana sobre las dimensiones, las características y las consecuencias del desperdicio, y sobre las posibles soluciones del problema. Tampoco es una requisitoria moral contra ese desperdicio y contra la exclusión de seres humanos y de pueblos enteros; no es una sucesión de crónicas escandalosas. Por supuesto algo habrá de todo ello, pero el objetivo central es otro: describir cómo la basura, sin que de ello nos demos verdaderamente cuenta, se ha convertido en el fenómeno central de nuestra civilización; el más revelador, el más activo. La basura es un objeto, sí, pero es sobre todo el acto de producirlo.
¿Es la nuestra una sociedad regida por el consumo o más bien por la acumulación? ¿Qué significa en realidad carpe diem? ¿Cuándo pasó el vocablo «basura» a ser un modificador conceptual, adoptado para dar cuenta de algunas nuevas realidades, como los contratos basura, la telebasura, la comunicación basura, la basura blanca, las hipotecas basura...? ¿En qué momento se impuso la utopía basura del progreso, esa creencia de que todo lo existente deberá ser tirado a la basura, una y otra vez, en el camino a un futuro indefinidamente mejor?
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[Premio-beca literaria no ficción Bodegas Olarra & Café Bretón de Logroño 2020]
[...] La basura es lo que tenemos en lugar del consumo conspicuo de las borracheras tupinambá o las fiestas sacrificiales mexicanas. Es el resultado imprevisto de una especie de orgía al revés, y es irónico que los vertederos parezcan a veces enormes pirámides. Guardar, producir, guardar, aumentar, ahorrar, durar, preservarse: ¿quién diría que el resultado de eso llegaría alguna vez a hacer temer una catástrofe? No vivimos en una sociedad de consumo. Sí en una sociedad consumista, por supuesto. La diferencia no es poca. Es la misma que hay entre la moral y el moralismo, la paz y el pacifismo, la liberalidad y el liberalismo. Hay muchos ejemplos de ese contraste entre la realidad y la pretensión. [...]